top of page

Que siempre sea el camino lo que merezca la pena.


¿Sabéis ese momento en el que todo te sabe bien?

¿No? Pues de verdad, merece la pena intentarlo solo por saborear ese placer.

Y no, no es literal, no sabe, más bien se siente. Y se nota.

Simplemente la vida son momentos. Etapas. Épocas.

Pero no se trata de planear, ni de preveer. La vida es disfrutar.

Es el día a día y las sorpresas que eso conlleva.

Es saber saborear cada instante, como si fuese el ultimo.

Pensar en ti y en lo que realmente quieres hacer cada día. Ir dónde tu creas que está la felicidad.

Tú felicidad.

Y con quiénes te la dan cuando tropiezas y tienes que levantarte, (sí o sí, hay que seguir).

Y quiénes son felices solo porque tú lo eres.

Con las personas que vas encontrando en el camino, que enriquecen tu vida.

Y con los que se quedan, sobretodo con esos. Con los que lleguen cuando lleguen es para quedarse.

Ni distancia ni cuentos chinos.

Pues eso, las malas épocas existen.

Pero pasan.

Sobretodo si sigues caminando, aunque sea un poquito más despacio.

Pero siempre hacia delante.

Y dejando atrás lo que ya sea un peso absurdo.

Que quizás muchas piedras te ayuden a seguir. Y se conviertan quizás en compañeras. De las que no abandonan.

Y que quizás, en algún momento, te encuentres con una que te haga perder hasta los zapatos.

Pero que te haga volar.

Aunque quizás desaparezca.

Quién sabe, el caso es arriesgarse. Darlo todo cuando quieras.

Y cuando no, pues no.

Pero nunca arrepentirse por haber tenido miedo.

Jamás. De una caída siempre te levantas.

Un miedo nunca muere.

Tú decides.

bottom of page